La Cumbre

Que pasa cuando sucede que  estamos frente a un caso de éxito personal. Es indudablemente necesario y es de  perogrullo decirlo: debemos  poseer manejo psicológico ante el mismo.

Hay que aguantar. Hay que tener temple y humildad. Es muy fácil marearse a medida que crees que  te acercas a la cima, o crees que haz llegado. Es lo usual. Pero quiero compartir algo que me han contado viejos sabios: Llegar a la cima no existe. No hay cima. Hay remansos en la altura. Hay estaciones de éxito. Hay kioskos con refrescos en el camino.  Pero la cima no existe. Cuando se tiene claridad de que la cima no existe, sobreviene la calma. Total, si se es  valiente y serio y se le hace el quite a la soberbia, que podría aparecer aplaudiéndolo fuerte.

Por lo tanto y como contrapartida, no le temas a la palabra fracaso, porque de seguro ( si no te pones quejoso muy seguido y por lo tanto dejas de escuchar al viento )  si has fracasado es porque intentaste algo. Ya llegará el  éxito. Pero no lo unas a sinónimo de dinero, buenos autos, y vida suntuosa. El éxito tiene mil caras, algunas más visibles que otras. La sabiduría personal lo identifica.

El éxito  es venir de vuelta, y avisarle a los que van, que tengan cuidado, que se abriguen, porque tal vez lleguen alto, y   aparezca el  viento blanco. blanco de canas. Pues nos olvidamos cuando somos jóvenes, que tenemos que durar ojalá toda la vida (valga el chiste) y hay que administrar los recursos, tomando en consideración que nada es para siempre.

Lo anterior aplica para todos los ordenes de la vida. La expresión más visible es la  de un camino profesional Pero todos debemos conocer cuál es nuestro sello personal. Esa fortaleza que nos hace únicos. Todos la tenemos. Todos. A veces está tapada por kilos de tierra llamada vivencias , algunas de las cuáles no han ayudado a que nuestra fortaleza, habilidad, talento o virtud aflore fácilmente. Pero dentro de nosotros está la virtud. Desde la virtud, todo se abrirá. Hay que perder tiempo en nosotros. Energía en nosotros. Jugar. Fantasear, encontrar la niñez, sanarla,   para que en esa reversa, podamos identificar esa virtud.

Es decir,  hay que creerse el cuento. Si. Pero no necesariamente uno tiene que ser el protagonista. Es muy bueno  también ser  ser su escritor.

Un maestro, hace algunos años, recibió un llamado de un aventajado alumno. Este le dijo:  maestro, soy exitoso,  la estoy rompiendo, siéntase orgulloso de mi. El maestro lo escuchó en silencio, y luego de una breve reflexión le respondió: No sea bobito.

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