Divagaciones personales, freudianas, y otras posibles falacias e inexatitudes entretenidas.
Aún no es claro, porque se puede crear una canción. Es fácil decir que el talento es el factor interviniente. ¿Pero que es el talento? ¿Es acaso una combinación genética propendiente a la creación de letras y melodías?, ¿es un aprendizaje inconsciente de factores ambientales? ¿Ambas cosas? No se sabe bien porque podemos generar música propia. Obviamente abundan los manuales de “como hacer una canción” “10 claves para componer una canción “y otros etcéteras que no responden la pregunta de fondo: Yo puedo tener todas las claves en mi poder, y aún asi no podría componer una canción. O al menos una buena canción. Pero ¿que es una buena canción? Yo creo que lo de buena o mala responde a configuraciones ideológicas y subjetivas del cerebro de quién escucha, unido a sus vivencias y su entorno cultural. Lo que es bueno para mí, no lo es para el vecino. Y está bien que así sea. Rechazo el fundamentalismo de los rockeros en relación al reggaetón, y rechazo el fundamentalismo del reggaetón en relación al rock. En realidad odio el fundamentalismo de cualquier índole que tenga como bandera de lucha algo tan libre como una canción.
¿Cuál es el viaje de una canción?
Pongámosle juego, literatura freudiana y fantasía a dicho proceso desconocido. Como no hay pruebas todo es refutable. Pero es entretenido imaginarlo.
Si bien no sabemos quién la procrea, sabemos que se alimenta en el inconsciente, de elementos extraídos desde el consciente, y su nexo con la red social a través del Yo. El Yo, ese que te da la mano y se presenta en lo social, es parte del consciente. Es su segunda tópica. El Yo recoge información. Algo de esa información es usada por el consciente para sobrevivir. Pero otra, se escabulle de la consciencia – o tal vez nunca estuvo allí- y se aloja en el inconsciente. Por eso no sabemos que allí está. Esa información es un embrión que de alguna forma inexplicable, se va traduciendo en un balbuceo melódico, en una letra de amor, hacia alguien que creemos inexistente, pero si existe, lo que pasa es no nos dimos cuenta. Cuando nos preguntan: De que habla la letra, podemos decir mil cosas. Y cada persona que la escucha le da un sentido distinto. Podemos decir “no me gusta la letra”, y eso ya es un sentido en sí mismo. No puede no ser gustado algo no creado. He ahí el verdadero valor. Algo creado es algo proveniente de un don misterioso. Tiene cariz de sagrado. Está el mito de que Paul McCartney soñó la melodía de Yesterday. Es muy probable. Que mejor lugar para dicho embrión que el Ello, motor de los sueños, habitante del bosque incoherente de lo inconsciente.
Una vez que el balbuceo se transforma en algo capaz de volar, es una pulsión que sale como flecha, desde el inconsciente, empujado por el Ello. El preconsciente y su segunda tópica el Superyó, no pueden apresar esa flecha para censurarla, para darle forma, para protegerla del rigor de los vientos culturales externos. Entonces llega al consciente, cruda, desnuda, una melodía, una letra, puesta al servicio del conocimiento musical formal del consciente, al servicio de la armonía más elaborada, o más trabajada por la mente despierta. Y viene el vestido, es decir la producción, el estudio, los shows, los públicos, y aparecen de visita, dos primos ladinos del Yo: El ego, con su hermano Narciso.
Pero la canción entonces se metamorfosea en esa mariposa que sobrevuela muchas flores, y entonces se produce el ecosistema de creación constante, necesaria, circular.
¿Qué hay entre medio de esa producción consciente y la mariposa que la propulsa tan lejos? Está el dispositivo, la industria, la tecnología, la maquinaria que difunde el sonido hacia otros cerebros, otros inconscientes creativos, otras pulsiones. Nada es malo en el camino de una canción. Los malos podríamos ser nosotros mismos entre nosotros. Pero aún así, nunca podremos derrotar una canción que voló como mariposa, y fue admirada por multitudes, y se hizo eterna a través de sus virtudes, y no de su vida breve y feliz. Su virtud entonces trasciende su vida en el dispositivo maquinal de la industria que la diseminó. Por eso por ejemplo, hoy Queen está de vuelta. Sus canciones renacieron desde su virtud, y la maquinaria las trajo de vuelta para seguir viajando por nuevos inconscientes. Para seguir viviendo en nuevos embriones.